A Jordi Sardiña, la proyección de El Imperio contraataca en el antiguo Cine Miramar de Salou, aún con seis o siete años, le robó el corazón y le convirtió en warsie de por vida. Cuando el emblemático cine de la calle València desapareció, el 20 de septiembre de 1998, se hizo una promesa: recuperar, algún día, la esencia de aquellas salas para que los salouenses pudieran volver a ver películas «como antes» y devolverles el «espíritu de pueblo». Y ha cumplido. En abril de este 2025 echó a andar el Cineclub Miramar, un proyecto pensado con mimo y cargado de nostalgia para regresar a aquellos tiempos en los que «había una película, todo el mundo la veía como un ritual en comunidad, se convertía en fenómeno y era el tema de conversación».
El Cineclub Miramar ofrece, en la Sala Costa Daurada, una programación estable de propuestas «alternativas, independientes, de autor…», acompañadas de cinefórum. Su presidente, que se declara un «enfermo de cine», quiere hacerlo crecer desde la cuarentena de socios con los que ha arrancado, ganar «músculo cineclubista» y consolidarlo como un «espacio de encuentro, reunión y cultura» para Salou «y para todo el mundo».