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Joana Costa

Creu de Sant Jordi por una vida dedicada al mar

Joana Costa Benaiges, una de las mujeres más conocidas del Serrallo, el barrio marinero y pescador de Tarragona, ha sido premiada este año con la Creu de Sant Jordi, uno de los máximos reconocimientos que otorga la Generalitat. Es del todo merecida. Joana ha dedicado toda su vida a la mar, ejerciendo de remendadora y armadora. Ha sido nieta, hija, mujer y madre de pescadores.

Costa nació el 17 de agosto de 1940 en la que se conocía como plaça de pes porque era el lugar donde se celebraba la subasta del pescado. Actualmente es la Plaça de Sant Magí. Su abuelo, conocido como el Chaparro, había dejado años atrás su Cambrils natal para instalarse en el Serrallo y así poder faenar mejor con la barca.

Joana recuerda una infancia muy feliz en el barrio, con sus padres Joan y Maria Dolors, y su hermana pequeña, Montserrat. La familia vivía en la calle Trafalgar y las dos hermanas estudiaban en las monjas del Sagrat Cor. Después, hizo un grado relacionado con comercio y, a los 15 años, ya acompañaba a la abuela y a la madre a remendar.

Justo a esta edad conoció al que sería durante 67 años su marido y compañero de vida: Jordi de la Parrota, también serrallense. Se conocieron en la parroquia y tuvieron cuatro hijos. Jordi, Joan -que murió cuando todavía no había cumplido el mes de vida-, Maria Dolors y Marc. Tanto el marido como los dos hijos se han dedicado siempre al mundo de la pesca.

Mientras tanto, ella, junto a otras mujeres del Serrallo, remendaba las redes que servían para que los pescadores de casa pudieran salir a la mar y pescar. El grupo de mujeres se encontraba en una explanada donde actualmente se ubican las terrazas de los restaurantes del paseo. Allá, extendían las redes y las reparaban.

Joana asegura que, en casa, siempre se sintió muy valorada, pero es consciente que la tarea de la mujer de la mar no ha sido nunca bastante reconocida socialmente. Igual de importante era el pescador que salía a faenar como la mujer que se quedaba remendando en puerto. Además, Joana no solo fue remendedora. Era y todavía es armadora de la barca Madobe, que actualmente es manejada por sus hijos.

El nombre de Madobe nace de las iniciales de la madre de Joana, Maria Dolors Benaiges. Joana ha llevado siempre la contabilidad de la empresa, ha pagado las facturas, las nóminas y se ha encargado del papeleo. Ha sido una gran gestora.

La imagen de las mujeres poniendo a punto las redes ya no se ve desde hace años. Ni en el Serrallo ni casi en ninguna parte. "Las mujeres se fueron jubilando y no había relevo generacional. Era un trabajo duro y sacrificado. Estábamos todo el día a la intemperie. En verano con calor y en invierno con frío", explica Joana. Ahora son los mismos hombres los que arreglan las mallas cuando es necesario. La protagonista confiesa que siente cierta melancolía al ver cómo han cambiado el barrio y sus costumbres.

Cuando desde la Generalitat llamaron a Joana para informarle, no se lo podía creer. Todo empezó hace unos meses, cuando la directora del Museu del Port, Mercè Toldrà, le propuso hacer una entrevista. Tanto Joana como su marido siempre han colaborado mucho con el Museu. La entrevista gustó y el resultado es este premio.

Joana explica que el primer pensamiento al conocer la noticia fue para su marido, Jordi, que falleció en junio tras toda una vida juntos. También quiere dedicar la Creu de Sant Jordi a todas las mujeres de la mar. "A las hijas, mujeres y madres de pescadores. Las que hemos criado a nuestros hijos, hemos llevado la casa y también nos hemos dedicado a la barca. Son mujeres valientes", explica Joana.

Costa resalta el sentimiento común que han tenido todas ellas. El del miedo y la preocupación constantes de ver como maridos e hijos emprenden viaje mar adentro. "Es verdad que te acabas acostumbrando aunque en mi caso siempre me ha preocupado especialmente la niebla", dice la protagonista, quien añade que "no se sabe nunca cómo puede acabar la jornada".

Joana representa el oficio de las remendadores, tan feminizado e invisibilizado. Con la merecida Creu de Sant Jordi parece que, por fin, el oficio, el barrio y sus mujeres se encuentran al lugar donde se merecen.

 

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